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ENTREVISTAS /  Después de un año a puro cine, y mientras se prepara para volver a la TV, el actor Adrián Navarro cuenta cómo cambió su relación con la gente y habla de su mote de "galán tardío".
Por Melisa Miranda Castro 

Desde aquel Luna Park en el final de "Montecristo" en el que las chicas gritaban por él, casi más que por Pablo Echarri, desde aquel villano que por más mafioso que fuera seducía a todas en "Vidas robadas", Adrián Navarro ha pasado por una variedad muy amplia de personajes, y aunque en diciembre empezará a grabar en Pol-ka un unitario con Gonzalo Heredia y Celeste Cid, las vacaciones de la pantalla chica le dieron la posibilidad de experimentar otras facetas de su carrera, como, por ejemplo, el cine. Si bien, sus comienzos fueron en teatro y en la pantalla grande (con "Ay, Juancito"), su popularidad llegó en las tiras televisivas. En este paréntesis de casi un año, estuvo prácticamente dedicado al séptimo arte. 

"Este parate me vino bárbaro, para mí y para la gente. Fue decididamente buscado, necesité tomarme un tiempo de la pantalla para poder volver. Quiero que esta profesión sea larga para mí, no me quiero agotar, necesito tiempo para hacer otras cosas", reconoce Navarro. Estos meses le sirvieron para escribir el guión de una comedia para cine, con la idea de poder dirigirla; también estuvo rodando Los secretos de Lucía, y disfrutar del estreno de La patria equivocada, que protagoniza junto con Juana Viale y que se estrenó el 27 de octubre. En esta superproducción épica, que abarca casi por completo el siglo XIX y se enmarca en los contextos históricos de esa época en la Argentina, interpreta al teniente Federico López y lo hace en tres etapas de su vida: en sus 20, en sus 40 y en sus 60. 

–¿Este personaje tuvo una preparación especial, por ser del siglo XIX? 

–Trabajé mucho con Galettini, el director. Al principio me costaba imaginarme como un tipo de 60 años, imaginarlo en el cuerpo. No así un tipo de 25 ni de 40, porque tuve esas edades, entonces era más cercano. Pero interpretar a un tipo de 60 y algo, al principio lo dudé. Después Galettini me hizo ganar confianza y me decía: "el personaje lo tenés que hacer vos". Yo, al principio, había propuesto que lo hiciera un actor mayor y el director dijo que no, que me había llamado a mí porque sabía que yo lo podía hacer. Entonces empecé a jugar con eso y la producción me brindó mucha confianza. Era un desafío para mí. 

–¿Le cuesta imaginarse a los 60? 

–Después de la película no tanto. Pero no pienso en un futuro muy lejano, sí en los objetivos que son lejanos, pero no me imagino yo de viejo. 

–¿Le gustó hacer una película de época? 

–A mí, particularmente, me encanta porque, justamente, es recrear una época ya lejana y empieza a jugar la imaginación, lo que uno piensa que fue eso. Me interesa contar películas que tienen que ver con la historia, primero porque me llevan a leer historia que solamente lo hago cuando tengo que hacer un personaje, sino la literatura para mí tiene que ver con lo actoral. Segundo porque es fantástico estar con el vestuario de un soldado de época y porque las locaciones que se usaron fueron increíbles. Se armó un fortín con casas de barro especialmente para la película. 

–La historia se hizo en San Luis y Córdoba. ¿Cómo fue la experiencia de rodar en el interior? 

–Es alucinante porque hay una mezcla entre vacaciones y trabajo, porque llegás después de trabajar y estás en un lugar que no es tu casa. Empezás a actuar que sos un turista; en particular, me gusta actuar todo el tiempo y hacer el personaje del turista y disfruto de los lugares sin que me estén filmando. La gente es muy afectuosa, muy cálida, se acerca, te acompaña, te van a ver todos los días. 

–¿Le gusta hacer personajes de la vida real? 

–Me encanta hacer personajes reales, tienen otra fuerza, otra vida, estás interpretando algo que realmente pasó. Yo soy un actor, me dan un libro e interpreto el libro, no siempre coincido ideológicamente con los personajes, interpretaría a cualquier personaje nefasto de la historia argentina. 

–¿Hay algún personaje verídico que quisiera interpretar? 

–Ya estoy un poco grande para eso, pero me gustaría hacer la vida de Miguel Abuelo. Era muy jovencito, pero es un personaje muy interesante. 

– Su fama le llegó con la madurez. ¿Le molesta que lo nombren como "el galán tardío"? 

–No sabía que me decían así, pero afortunadamente me tocó a esta edad, porque las cosas, a mí, a lo largo de la vida, me fueron llegando cuando me tenían que llegar. Si esto me hubiese pasado antes, no sé qué hubiera pasado por mi cabeza. Hoy sé quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. El tiempo me hizo madurar y me sirve para seguir adelante con la profesión. 

–¿La exposición que le dio la tele lo obligó a cambiar? 

–No. En el momento de trabajo sí, porque es intenso. Pero con respecto a mi personalidad, para nada. Lo que sí te modifica es que en la calle la gente te empieza a reconocer, cosa que antes no me pasaba porque hacía teatro. Esto de estar en la televisión hace que llegues a un lugar y te hagan un comentario. 

–¿Lo abrumó esto? 

–Hubo un momento en el que me resultaba fuerte hablar con gente que no conozco, después te vas acostumbrando y te das cuenta de que ellos creen que te conocen, por eso te miran. Cuando estás en una tira estás todos los días metido adentro de su casa. Entonces, cuando te ven, te saludan. Al principio no entendés si te conocen o si te saludan porque te ven en la tele. Cuando estuve en "Vidas robadas", por lo general, la gente no se acercaba tanto, tenían una especie de respeto, de miedito, pero nunca tuve un episodio desagradable. Lo que sí me pasaba es que las chicas me decían "raptame" o "hablame" o me pedían que diga un texto que habían escuchado en la novela. Yo ahí, saludaba y me iba. 

–¿Tiene algún proyecto para hacer teatro? 

–Estoy ensayando una obra, que son dos padres, uno primerizo y otro que ya tiene 9 hijos. Están en la sala de parto, esperando que lo llamen para presenciar el parto de su mujer. El texto es totalmente desopilante. Mi personaje está muy nervioso y se ahoga en un vaso con agua, cree que la solución está en un libro. 

–¿Usted fue un padre primerizo nervioso, leyó libros? 

–No. Estaba a la espera de algo desconocido. Me pone ansioso lo desconocido; no nervioso, como que ya quiero estar ahí. No leí libros, ser padre es vivir la vida, ir aprendiendo y los hijos te van enseñando, uno aprende de los hijos. Yo tengo un hijo de 11 años y tengo una hija de seis que es puro rockanroll, es una viuda negra, o se viste de negro o no se viste, tiene remeras de rock. El hermano es muy rocker también. 

Fotos: Alejandro Kaminetzky